Víctor
Felipe Espinal Enciso
Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, estudiante de 4to año.
vfe_129@hotmail.com
Resumen: Las
claves para la formación de la legitimidad del gobierno mexicano entre 1808 y
1836 ha radicado en la retórica que se ha elaborado desde dos posiciones: una a
favor y otra en contra, las dos convergieron en un terreno donde éstas se
despliegan desde diversas formas: partidos políticos, ciudadanía, prensa,
políticas culturales que buscan cohesionar bajo un discurso a la mayor cantidad
de personas que sean necesarias. Las oposiciones de los discursos sobre la
legitimidad y opinión pública en México pasan de no ser tolerados a una mejor
manera de poder contrarrestar el discurso disidente, todos ellos entre los años
referidos, etiquetados bajo el título de la nación en construcción conflictiva.
Palabras clave: México,
nación, ciudadanía, legitimidad, opinión pública.
“A gran escala, el gobierno
directo hizo que la ciudadanía fuese sustantiva y con ello hizo posible la
democracia. Posible, pero no probable, y menos aún inevitable: los instrumentos
del gobierno directo han sostenido muchas oligarquías, algunas autocracias, un
buen número de Estados controlados por ejércitos y partidos (…) la mayoría de
los regímenes siguieron estando lejos de ser democráticos”[1]
El
terreno del despliegue de los lenguajes políticos dentro del universo social,
primero, no tiene que analizarse desde las ideas porque éstas representan
asociaciones mentales que responden a una coyuntura determinada y que –según
Paltí- no trazan un horizonte de expectativa para la historización de éstas;
segundo, se tiene que asegurar metodológicamente que el lenguaje sea compartido
por un determinado grupo social que mantenga una temporalidad de éstos y que no
se vea mutado en una corta duración; tercero, es importante establecer una
relación entre los actores políticos, los medios que utilizan para hacer de las
ideas políticas unos lenguajes políticos que perduran (paso de la idea a
lenguaje) y los resultados que se dan en la formación del Estado donde se
despliega esta interacción; tercero, el poder que se despliega es un poder
imaginario que muta de acuerdo con la política.
La construcción del Estado y de la democracia en
América Latina responde a diversas entradas políticas, tales como: 1) el grado
de polaridad de los diferentes grupos políticos que salieron victoriosos luego
de las guerras de Independencia; 2) la forma de debate que se tuvo para la
construcción de los partidos políticos que osciló entre el ocultamiento
(panfletismo doctrinario), la libre exposición de ideas (faccionalismo
político) y la guerra sucia entre éstos[2] y,
3) la capacidad de centralización y concentración del gobierno. Desde la
perspectiva de López Alves se muestran complejidades del Estado tales como la
interacción entre democracia y el autoritarismo,
la formación estatal a través de las relaciones políticas entre la burguesía,
las industrias en formación y las clases sociales (relaciones laborales) y la
institucionalización del Estado en las zonas rurales donde el gobierno
borbónico tenía por zonas conflictivas y que posteriormente se tienen que
asimilar.[3]
Con respecto a México se han visto diferentes
despliegues de la razón y retórica que se ha mencionado anteriormente, la
particularidad de éste reside en la permanencia de los lenguajes políticos
desde las épocas monarquistas hasta bien entrado el periodo temprano
republicano que posteriormente a finales del S.XIX convergen con ideas de
darwinismo social como el positivismo y su idea de la ingeniería social. La
centralización del poder se da por medio de la herencia colonial, la cultura
como motor y disciplina social ha servido para la formación de los entes
corporativos donde la sociedad civil gana experiencia y se lanza a la arena de
la conquista política de su autonomía durante el periodo de la Independencia.[4]
“Una primera aproximación a la evolución semántica
del concepto de opinión pública sugiere la necesidad de adoptar –en las
siguientes páginas– un ordenamiento cronológico, que no presume, sin embargo, un
desarrollo progresivo del mismo. Por el contrario, veremos cómo en cada etapa
se superponen, solapan y coexisten diversos significados en relación con los
cambiantes contextos históricos de cada uno de los espacios territoriales que
integran el gran conjunto hispano-luso (…) de modo que si abordamos el concepto
en su propia temporalidad, se pueden establecer (…) momentos generales de coincidencia entre los
textos.[5]
La construcción del estado mexicano –siguiendo las
líneas de Daron Acemoglu-[6] se
inscribe en la línea de los estados débiles que carecen de potestad tributaria
ni de regulamiento de la economía lo cual –el Estado mexicano- no puede ejercer
una presión efectiva sobre los agentes político- sociales que se despliegan en
su jurisdicción, para ello, el asegurar el poder de influjo o el solo hecho de
construir su legitimidad y autoridad responde a la necesidad de crear bienes
públicos socialmente productivas, la ciudadanía se ejecuta desde una visión de
atrincheramiento y se mantiene en su naturaleza de acuerdo a las concesiones
que el Estado pudiese dar. A la par de esta construcción, Hilda Sábato[7]
menciona que la ciudadanía formó parte de las preocupaciones políticas, idiomas
del contenido social y prácticas culturales que se formaron para “modelarla” y
proyectarla hacia el ejercicio político conforme a la construcción del Estado.
La igualdad luego de la crisis borbónica de 1808 (que en los lenguajes
políticos de la época se apela “en nombre de la Nación”) es un constructo de
las nuevas representaciones sobre la comunidad política que dio lugar a una
erosión –paulatina, no inmediata- de la noción de los cuerpos políticos y que
va dibujando a la par los derechos políticos de la población que participa de
ello.
Una vez que
la monarquía española cayó, surgieron dos cuestiones bien puntuales. En primer
lugar: ¿cómo reconstruir un orden político sobre la base de la soberanía
popular? Esto era tanto una parte teórica y una cuestión muy práctica. En
segundo lugar: ¿cómo dar forma a las nuevas organizaciones políticas
("naciones"), que iban a ser las fuentes de ese soberano poder, así
como los dominios para su aplicación? No hubo respuesta simple a estas
preguntas. El modelo de la moderna nación unificada, que consiste en la
igualdad[8] y
la de individuos autónomos, distribuidos desde el principio en el siglo XIX,
pero se produjo en muchas versiones diferentes y sucesivas transformaciones
experimentadas. Una aseveración clave se puede mencionar: la independencia y el
proceso de construcción de los estados en América Latina fue un verdadero
experimento político que utiliza el “nuevo producto mutante”, la democracia.
El proceso de independencia para México fue de
carácter provincial, más que una guerra de independencia –como fue en el caso
peruano- fue una guerra civil donde se enfrentan los mismos mexicanos por tener
la primacía del poder independiente. La guerra civil se concibe como una
variante de la guerra político- estatal donde cada uno de los actores opuestos
en ideas define la política como un despliegue/inhibición de poder de su
enemigo partidario. Las guerras civiles, el comercio resquebrajado, los
intentos de secularización para la Iglesia y la crisis agraria dieron
propuestas de solución focalizadas- regionales- particularistas donde el legado
de la independencia mexicana fue que el poder legítimo no pudo ser revocado por
otro, se dio una continuidad de las divergencias que habían sido instituidas
durante la crisis borbónica.[9]
El vocabulario político que –según Paltí- se muestra
en el terreno de los lenguajes políticos en México revela tensiones como:
modernidad/tradición, ilustración/romanticismo, racionalismo/nacionalismo,
individualismo/organicismo; todos ellos están proyectados hacia los usos
públicos del lenguaje de las conductas políticas que muestra una complejidad de
la crisis del sistema institucional borbón y que se proyecta en su temporalidad
en los primeros momentos del Imperio, la República y el Porfiriato, todos
ellos, inscritos en dos momentos clave de la política mexicana: 1) el modelo jurídico
de la opinión pública (1824- 1854) en donde Paltí utiliza conceptos de J. P.
Pocock[10]
como el momento maquiavélico y adhiere otros dos como el momento hobbesiano[11] y
rousseauniano[12] y, 2) el modelo estratégico de la sociedad
civil donde incorpora en la narrativa elementos como positivismo e ingeniería
social con miras a una construcción homogénea de la nación, de la visión
política oficial de la sociedad.[13]
El
modelo jurídico de la opinión pública según la propuesta de Paltí para el caso
mexicano transita entre la contingencia restringida hacia una secularización de
las bases políticas del comienzo de la República donde se vería a mediados del
S.XIX otra visión de la política mexicana. Para poder lograr ello, México
atravesó una serie de experiencias políticas que oscilaron –desde el ámbito de
la opinión pública- de una clandestinidad hacia una apertura, de una “opresión
por la libertad de expresión” hacia una libertad con miras a la pedagogía
política de la sociedad. Las tendencias seculares de “la verdad” de la opinión
pública muestra –dentro del periodo maquiavélico (1824-1836)- dos momentos: la
era de Lizardi y la era de Mora.
Mora critica lo que Fernández de Lizardi entiende
como la metafísica del discurso.[14] Habla de una separación de los conceptos
sobre la opinión pública y no lo inscribe desde una dimensión moral como lo
hizo el primero, “el concepto de Fernández de Lizardi reducía la política a una cuestión ética (una
inclinación moral natural), el de Mora la reducirá a una de índole cognitiva
(una capacidad de discernimiento adquirida)”[15]. La
moralidad –según el autor Escalante- como prefiere denominarla el autor
haciendo referencia a Kant, aparece como una estructura, como un orden. No son
preceptos aislados, sino formas de organización de la vida social, de campos enteros de
actividad; es posible, por lo tanto, identificar los ejes en torno a los cuales
se construye, y que dan coherencia a los juicios dispersos de la vida
cotidiana. La idea del ciudadano reposa sobre el conjunto de valores y
supuestos del individualismo. El ciudadano antes que otra cosa es un individuo,
y como individuo es la realidad básica de la vida social. La
decisión para la opinión pública para Mora radica en la elección racional para hacer y decir lo que crea conveniente, la
elección se muestra dentro del campo de inicio del lenguaje, no implica una
llegada o culminación de éste. La elección es el inicio no el final de la
opinión pública.
Resumiendo, antes de estos momentos el vacío del
poder, el terreno de la anarquía se dan las experiencias previas del
surgimiento de la opinión pública (Cádiz: prensa, masones, logias, espacios
públicos) que muestran para esos momentos la temporalidad de la retórica con
pautas escolásticas, es decir, antes de 1808 la opinión pública y la
legitimidad estaban regidas por cuestiones divinas, absolutistas y monolíticas
(en el sentido de la opinión); la era de Lizardi (1808-1823) muestra una nueva
variante: la moralidad subjetiva de la opinión pública se complementa con la
“autoridad personal” para poder ejercerlo. Surge la comunidad ética a partir de
la torsión de los lenguajes que trae consigo la independencia. Los albores de
la era de Mora (1823-1828) muestra la necesidad de suprimir los faccionalismos,
se da una entrada pasada de la retórica, una versión moderna de la escolástica
aplicada a la opinión pública, la demagogia es atacada.[16]
La legitimidad se vincula con la opinión pública
(L+OP) en cuatro momentos dentro de este periodo que dan como explicación la
siguiente varianza: 1) Antes de 1808 la [L+OP] se proyectó desde terrenos
escolásticos, la verdad pública es la verdad de Dios; 2) Luego de la
independencia se implanta el Imperio que –según Paltí- es una respuesta
política para evitar los disensos y el faccionalismo de los partidos políticos
que surgen luego del primer momento, la verdad es la verdad del Imperio; 3) Con
la independencia y la implantación del Imperio la [L+OP] se despliega en las
facultades de la Constitución que será un nuevo portador de la verdad, la
verdad es una verdad constitucional[17];
3) Luego de la desintegración del Imperio la [L+OP] se traslada hacia la
República, este ideal de proyectar la ley en su diversidad para poder conciliar
a los cuerpos cívicos trajo como efecto la institución de la verdad en las
acciones legítimas del gobierno republicano pero con una variante, si se
incurre en actos ilegítimos la insurrección es legal, el imperio de la razón
(1828-1833) reside en la capacidad de interconciliación, es decir una negociación
múltiple con los diferentes actores políticos, ¿y la verdad?, ella reside ahora
en la voluntad popular a través del ensamble institucional. 4) Este tercer
momento la [L+OP][18]
trajo como efecto la cuestión de los cuerpos sociales que a raíz de la versión
de la insurrección, el fantasma de la revolución entraría en la palestra. Ante
ello la necesidad de centralización del poder por medio de la dictadura se
vuelve primordial, la entrada al momento hobbesiano es inevitable.[19]
En los cuatro casos la construcción
de la opinión pública como una forma política que actúe como Estado Gendarme o
como un soldado político necesario para la sociedad hizo que este concepto
adquiriese múltiples prerrogativas para que se inscriba en la esfera pública
político- legislativo- judicial. Siguiendo las perspectivas de Tilly, para el
caso de México entre 1808 y 1836 se dio una oscilación dentro del mundo
político de: un régimen no democrático de baja capacidad con escasa voz pública
(que solo es permitido por el Estado) a, un régimen democrático de baja
capacidad con momentos fuertes de la actividad política pero con un seguimiento
estatal menos efectivo donde los niveles de violencia letal en la política
pública son elevados que –para Paltí- terminan en el Porfiriato.[20] La
igualdad dentro de los términos expuestos se dibuja desde dos entornos: 1) la
igualdad como principio equitativo desde una perspectiva de reconocimiento y
capacidades que todos pueden tener, la igualdad se funda en la isonomía
(igualdad bajo la ley); 2) la igualdad como principio proporcional que requiere
de un Estado fuerte que vele por ello, la igualdad se maneja en términos
proporcionales y la democracia se manejó dentro de los grupos como democracia
consorcional (cada partido = un consorcio que busca monopolizar el poder).
En suma, 1) la influencia de la independencia, 2) el
caudillismo y la anarquía y, 3) las autocracias unificadas bajo el poder de
organización del modelo político mexicano engranó tres ideas centrales:
liderazgo, organización de los grupos políticos (formales e informales) y el
diseño de estructuras políticas (partidos y poderes del gobierno). Entre 1808 y
1836 el Estado mexicano es un estado de corte patrimonial porque se pasa de ser
súbditos coloniales a ser ciudadanos (con ciertas limitaciones de igualdad), la
retórica que se emplea es una construcción diversa de una “sociedad de masas”,
la opinión pública y la autoridad se despliegan como factores transversales que
atraviesan las variables para la construcción del modelo político del México
republicano: todo el despliegue de estas variables se hace en nombre de la
nación mexicana.
BIBLIOGRAFÍA:
ACEMOGLU, Daron (2005), “Politics and Economics in
Weak and Strong States”. NBER
Working Paper No. 11275. Expedido en abril de 2005. Programa NBER(s): EFG POL.
ESCALANTE
MONTALVO, Fernando (1995), Ciudadanos
Imaginarios. México: Colegio de México.
LÓPEZ
ÁLVES, Fernando (2003), La formación del
Estado y la democracia en América Latina. Colombia: Editorial Norma.
PALTÍ,
Elías (2005), La invención de una
legitimidad. Razón y retórica en el pensamiento mexicano del siglo XIX (un
estudio sobre las formas del discurso político.
TILLY,
Charles (2010), Democracia. Madrid:
Editorial Akal.
[1] TILLY, Charles (2010), Democracia. Madrid: Editorial Akal. p.
51-52.
[2] La formación de
los partidos políticos en América Latina da una conciliación entre el Estado,
el ejército y la sociedad civil donde se esboza tres escenarios: 1° escenario,
las guerrillas urbanas y rurales permitieron la formación autónoma de las
Fuerzas Armadas, el regionalismo militar se entrelaza con el faccionalismo
partidario, 2° escenario, la interacción entre la coalición partidaria y las
instituciones gubernamentales permitió la incorporación de los pobres rurales,
eso genera una entrada de legitimidad para los partidos, 3° escenario, se
establece una necesidad de conducción política por los sectores dirigentes del
“antiguo régimen” para asegurar la estabilidad social.
[3] El miedo a la
plebe y el fantasma de la revolución estaban presentes en el imaginario
colectivo por ello se hizo necesario la formación de cuerpos cívicos para la
entrada criolla al gobierno independiente. Ver para el caso del Perú, véase:
MONTOYA, Gustavo (2002), “Protectorado y dictadura: 1821-1822. La participación
de las clases populares en la independencia del Perú y el fantasma de la
revolución. En: La independencia del Perú
y el fantasma de la revolución. Lima: IFEA- IEP. pp. 99- 151. Para el caso
de Chile donde se establece un silencio de la historiografía nacional sobre la
construcción “criolla” del Estado: SAGREDO BAEZA, Rafael. “La independencia de
Chile y sus cadenas”. En: Marco Palacios (coord.) (2009), Las independencias hispanoamericanas. Interpretaciones 200 años
después. Bogotá: Grupo Editorial Norma. pp. 209-247.
[4] Para ver la
interacción entre la insurrección, los proyectos políticos criollos y las
respuestas a los líderes de la rebelión popular con vertientes religiosas, ver:
VAN YOUNG, Eric. “Insurrección popular en México 1810- 1821”. En Marco Palacios
(coord.), Óp. Cit. pp. 309- 339.
BREÑA, Roberto. “Peculiaridades de la revolución hispánica: el proceso
emancipador de la Nueva España (1808- 1821). pp. 275- 308.
[5] GOLDMAN, Noemí
(2009), “Legitimidad y deliberación. El concepto de opinión pública en
Iberoamérica, 1750- 1850”. En: “Opinión Pública”, pp. 979- 1104. FERNÁNDEZ
SEBASTIÁN, Javier (Director). Diccionario
político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750- 1850.
España: Fundación Carolina. p.983. Goldman va por la misma línea que Elías
Paltí aborda para el tema de la retórica en México, ella menciona que la
opinión pública no es un efecto propio de Cádiz sino que se va gestando
anteriormente y que a partir del periodo comprendido entre 1814 y 1830 las
dificultades para poder consolidar regímenes constitucionales y las luchas
entre partidos darán un incremento del uso de los recursos retóricos para
redefinir el concepto de opinión pública en función a ciertas pautas políticas.
[6] ACEMOGLU, Daron (2005), “Politics and Economics in
Weak and Strong States”. NBER Working Paper No. 11275. Expedido en abril de
2005. Programa NBER(s): EFG POL.
[7] SÁBATO, Hilda (2012), “Political Citizenship,
Equality, and Inequalities in the Formation of the Spanish American Republics”.
En:
Desigualdades.net. Working Papers
Series. N° 16. pp. 1-27.
http://www.desigualdades.net/bilder/Working_Paper/WP_Sabato.pdf. Recuperado el
12/07/13.
[8] La nueva
igualdad política no puede ser igual que la igualdad civil o la social ya que
la primera categoría no contiene elementos que están incluidos en ese momento
(S.XIX) de la segunda y tercera categoría ya que era ajeno a la visión
cristiana del mundo y de las iniciales representaciones del liberalismo. Pierre
Rosanvallon menciona que la igualdad política solo puede ser desplegada en un
contexto social atomista que resume la equivalencia de los hombres, es decir,
que se aplica para instituir orden y crear un nuevo foco de institucionalidad
política con un proyecto: el de hacer sentir la inclusión/igualdad/expansión de
derechos que haga (o supuestamente haga) partícipe a la población que lo
legitima: así para Rosanvallon se construye la autoridad.
[9] ESCALANTE
MONTALVO, Fernando (1995), Ciudadanos
Imaginarios. México: Colegio de México.
[10] POCOCK, Jhon
(2002), El momento maquiavélico. El
pensamiento político florentino y la transición republicana atlántica.
España: Tecnos. Se enfatiza dentro de este autor dos esferas para el despliegue
de la política. Estas esferas surgen a raíz de la separación de lo público y lo
privado; lo público hace referencia a la relación de la autoridad en la
sociedad civil (público social) y el
público
estatal; lo privado se encierra dentro de las categorías del dogma personal y
se pueden manifestar a través del debate y la argumentación.
[11] En el momento
hobbesiano la república se verá entonces confrontada con otra forma de finitud:
la radical indecibilidad de la
legitimidad de sus fundamentos, tanto para Sánchez como para Mora
–liberales y conservadores- debía de eliminarse el derecho de insurrección,
esto que contradecía la posibilidad de orden. El derecho de insurrección se
mostraría cada vez como algo no definible al mismo tiempo interminable: se
necesitó un nuevo orden político centralizador, un ejecutivo fuerte que
aplicaría a rajatabla la idea del pacto y de la razonabilidad.
[12] La derrota de México ante las tropas norteamericanas,
hará que la viabilidad de la nación independiente del mismo sea puesta en
cuestión. Todos los programas y proyectos ya no tendrían validez para este
contexto y las certidumbres que impulsaron la revolución independista ya no
explicaban nada. Con
la derrota militar por parte de la invasión norteamericana en 1847, inicia el momento rousseauniano, donde se quiebra
el sistema de las antinomias propias al concepto pactista de lo social.
[13] Contrario a estos postulados,
Fernando Escalante Gonzalbo, muestra una construcción problemática y pesimista
del Estado mexicano ya que los liberales tomaron como referencia el peso de la
herencia colonial; los conservadores, en las consecuencias del espíritu
moderno, y ambos en la educación. Pero detrás de su desencanto, de esa
avergonzada conciencia y la inmoralidad, estaba siempre una fantasía: la del
orden cívico tal como se imaginaba que sería en Europa o Estados Unidos. México
se proyecta –según Escalante- hacia una cultura política emanada de Inglaterra.
[14] Las tres formas
de entender los vaivenes de la opinión pública en Fernández de Lizardi: 1) como
producto de la ilustración que comparte unas ideas con estos entornos de la
variación del poder político; 2) es guía de la opinión pública de los sectores
donde él tiene participación; 3) la principal forma de expresión para él: los panfletos, por ello fue perseguido por
la Junta de Protección de la Libertad de Imprenta.
[15] PALTI, Elías
(2005), Óp. Cit. p. 89.
[16] Conciliar/
homogenizar/ hegemonizar en una voz oficial/ legítima/ converger/ silenciar los
disensos, todo ello son medidas políticas que apelan discursivamente al
consenso político. Tanto Lizardi como Mora son los principales exponentes de la
política mexicana pos independencia. Estos dos personajes a nivel político poco
a poco van secularizando las posiciones escolásticas de la retórica y van
encaminando a la razón en el terreno de la política. Un resultado clave en el
periodo maquiavélico, surge la primera Constitución Política de México que
representó en su momento el traslado de la retórica escolástica a una
“escolástica constitucional”, en otras palabras, la Constitución se concibe
como entre divino portador de la verdad: ir contra ella sería considerado como
pecado político- público: todo agente político que intente tocarla para hacer
el mal será declarado como ilegítimo.
[17] En este periodo se describe como
el “influjo del constitucionalismo” donde el poder se fragmenta de múltiples
dimensiones políticas, entre ellas el de la opinión pública. Para complementar
la idea, véase: TIMMERMANN, Andreas (2012), “El concepto de “gobierno moderado”
como hilo conductor del Constitucionalismo temprano de Hispanoamérica”. Estudios de Historia Moderna y Contemporánea
de México, N°44, pp. 3-48. El punto de partida de Timmermann es la idea
básica de que tanto la teoría como la práctica del Estado constitucional
moderno occidental se orientan hacia un equilibrio de funciones, logrando una
limitación del poder y un control constitucional recíproco, por un lado, y
estableciendo un equilibrio político, siempre en situación de peligro, de las
distintas fuerzas concurrentes, por el otro.
[18] El pluralismo
se constituye como una nueva fuente del poder político mexicano que está distribuido
en la sociedad, se da una apertura de esa contingencia restringida, se da
límite al Estado, la Ley no está monopolizada por el Estado ya que cada uno
tiene su cuota de poder. En general, se construye una empresa política de la
opinión pública.
[19] En suma la
verdad desde la posición de construcción jurídica reside para el primer momento
en la escolástica; en el segundo momento, en la decisión del Imperio; en el
tercero, en la Constitución; en el cuarto, en la insurrección. La nueva entrada
que se da luego de ellas se da por medio de la instauración de la Dictadura.
Desde la posición de GOLDMAN, Noemí (2009), Óp.
Cít., el horizonte conceptual de la opinión pública que se traza contempló esencialmente la relación tripartito entre
Dios, el Rey y lo público entendido como sinónimo de República o Vecinos que al
igual que la coyuntura de Cádiz, la independencia y el advenimiento de las
construcciones políticas estatales en los países de América Latina la
connotación de la opinión pública adquiere el tinte político que se instituye
como una retórica de autoridad para salvar de la barbarie a la sociedad que la
aplica: la opinión pública en ese sentido se constituye como un nuevo poder
político. Las olas de democratización
como lo mencionaría Tilly se dan a nivel mundial en la segunda mitad del S.XIX,
México no es ajeno a ello: luego de 1850 se le añade una opinión pública
biologicista al terreno, el Estado se concibe como un cuerpo indisociable.
[20] TILLY, Charles (2010), Óp. Cit. p. 52.
No hay comentarios:
Publicar un comentario